Aprovechemos este momento de felicidad
Es un momento importante para todos nosotros y hay que
aprovechar cualquier circunstancia que nos ayude a salir de esta situación de
pesimismo general.
Mi generación no ha sabido mantener a nuestros hijos (los jóvenes
de ahora) alejados de nuestros demonios del pasado. Les hemos educado en la
revancha, en el nacionalismo excluyente, en la indisciplina y eso ha creado una
nueva forma de pensar en la que los demás son contrarios, adversarios en lugar
de compatriotas. Decía Vargas Llosa en su discurso al recoger el premio Nobel,
que detestaba «toda forma de «nacionalismo, ideología -o, más bien, religión-
provinciana, de corto vuelo, excluyente, que recorta el horizonte intelectual y
disimula en su seno prejuicios étnicos y racistas, pues convierte en valor
supremo, en privilegio moral y ontológico, la circunstancia fortuita del lugar
de nacimiento».
Todos sabemos que si uno corta un trozo mayor de tarta del
que le corresponde, alguien pierde en el reparto. Sin embargo, también sabemos que
hay otra forma de entender las relaciones humanas. Decía Robert Wright que cuanto
más complejas se vuelven las sociedades, y más complejas son las redes de
interdependencia dentro y fuera de los límites de las comunidades y las
naciones, un mayor número de gente estará interesada en encontrar soluciones de
suma no nula, esto es, soluciones ganancia-ganancia en lugar de soluciones
ganancia-pérdida... Porque descubrimos que cuanto más crece nuestra
interdependencia, generalmente prosperamos
cuando los demás también prosperan.
Ahora las neurociencias nos explican el dicho tibetano: “Cuando
le sonríes a la vida, la mitad de la sonrisa es para tu rostro y la otra mitad
para el rostro de otra persona”. Somos seres conectados y tenemos neuronas
(neuronas espejo) especializadas en hacernos partícipes de lo que les ocurre a
los demás. No podemos imaginarnos felices en un mundo infeliz y al mismo
tiempo, la felicidad de los demás nos contagia.
Vivamos con intensidad este momento de euforia. Sintámonos
de nuestro pueblo, de nuestra Comunidad, pero sintámonos, también, españoles y
europeos. Por nuestro bolsillo (para salir de esta crisis de desconfianza), por
nuestros hijos (para que tengan un futuro productivo), por nuestra salud mental.
Gritemos “soy español, español, español…”, sin complejos, sin exclusiones, sin
contagios del pasado. Unámonos a una selección de jugadores que han derrochado
humildad, amistad y unión y, encima, han ganado.
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