El vino tinto y sus maravillosos efectos



Se cansa uno de escuchar simplificaciones en boca de todo el mundo dando por sentados argumentos que consideran incuestionables. No es raro cuando se trata de personas con poco conocimiento del tema que tratan, pero cuando se trata de profesionales, el tema es peliagudo.

Voy a tratar un asunto que se ha puesto de relieve en una conferencia a la que me han invitado y que voy a declinar porque no tengo ganas de enfadarme. Se trata de una charla para explicar el maravilloso mundo de los efectos beneficiosos del vino tinto español.

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En realidad, lo que voy a decir podría extenderse a otros muchos productos en los que la industria (es decir, los intereses económicos), mete la mano. Pues bien, los argumentos a emplear son los ya conocidos y asumidos por toda la población (médicos incluidos, por desgracia); el vino tinto tiene polifenoles que ejercen un efecto cardioprotector, entre otros, aumentando la cantidad de colesterol “bueno”, la llamada fracción HDL.

Pues bien, punto primero, como parte del sistema inmune innato, la fracción HDL del colesterol parece haber evolucionado para aumentar la inflamación en presencia de una respuesta de fase aguda pero, también, para inhibir la inflamación en su ausencia, lo que desvela una condición proinflamatoria o antiinflamatoria en función de diversas circunstancias. En un estudio de los seres humanos con enfermedad coronaria, se encontró que los pacientes que tenían HDL proinflamatoria antes de la terapia con estatinas (a pesar de una disminución profunda en los lípidos plasmáticos en la mitad de ellos después de la terapia con estos fármacos), continuaron teniendo HDL proinflamatorias. A su vez, se demostró que las HDL antiinflamatorias eran eficaces en la promoción del eflujo de colesterol (esto es, la habilidad de las partículas de HDL de aceptar colesterol de los macrófagos), mientras que las proinflamatorias fueron relativamente débiles en su capacidad para promover dicho eflujo. Las alteraciones oxidativas de la principal proteína de HDL, la apolipoproteína A1, deterioran su capacidad de promover el eflujo de colesterol de los macrófagos. Por ello, los investigadores asumen que no es el colesterol total, sino la composición de las HDL, su estructura y su función lo que es crucial en los trastornos cardiovasculares. En este sentido, como puede comprender el lector, todos los estudios en los que no se ha contemplado esta circunstancia de variación entre individuos (es decir, todos los realizados con el vino), no son válidos. Además, HDL y LDL son marcadores de la enfermedad, pero cada uno tiene funciones fisiológicas importantes para el cuerpo, y no se pueden considerar determinantes absolutos de cardioprotección.

Punto segundo, el efecto cardio-protector del alcohol puede estar restringido a los sujetos con un genotipo particular de la proteína de transferencia de ésteres de colesterol (CETP). En efecto, hay un polimorfismo conocido en el gen que codifica CETP llamado TaqIB (un polimorfismo es una variación en la secuencia de un lugar determinado del ADN entre los individuos de una población). Pues bien, dos polimorfismos en el gen CETP afectan las probabilidades de tener enfermedades del corazón en los diversos niveles de consumo de alcohol. Los dos alelos diferentes (variantes de genes) de CETP se denominan B1 y B2. B2 se asocia con disminución de CETP y aumento del colesterol HDL. Dado que tenemos dos copias de cada uno de los genes, las tres opciones diferentes de genotipo en un determinado tema son B1B1, B1B2 o B2B2. Un estudio ya había demostrado que los hombres con genotipo B2B2 que tienen una ingesta de etanol de 50 g (alrededor de tres bebidas) o más al día tenían un riesgo del 60% menor de crisis cardíacas que los que tenían menor o nula ingesta de alcohol. Este efecto protector de grandes cantidades de alcohol no se observó en las personas con las B1B1 o B1B2 genotipos.  Por todo ello, la fracción de prevención para la combinación favorable de genotipo y el consumo de alcohol, es de aproximadamente un 6%, valor que sugiere que el efecto cardio-protector del consumo moderado de alcohol se aplica sólo a un pequeño segmento de la población general.

Es decir, para que usted piense que la copa de vino tinto le viene bien para su corazón, debería saber cuál es su genotipo, identificar los factores que confieren carácter pro o antiinflamatorio a sus HDL, comprobar todos los factores añadidos y que son muy relevantes, como el ejercicio físico que realiza, la dieta que lleva etc etc. 

Que no me simplifiquen el tema diciéndome que una copita de vino tinto tiene antioxidantes, sube el colesterol bueno y me viene muy bien para el corazón. Lo siento, señores de la industria, pero a mí no me engañan. Si quiero tomar una copita de vino, lo haré porque me guste, porque activa zonas de recompensa y me hace sentir “bien” y por todo lo que ustedes quieran, pero no porque es bueno para la salud cardiovascular, porque eso no lo saben.

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